El mundo está lleno de gente bonita, a veces es complicado encontrarlas y puedes tardar años en tropezarte con una, otras veces las has tenido siempre cerca y un día te das cuenta de que bajo la carcasa de alguien siempre hay muchísimo más.
Hace algo menos de un año retomé el contacto con una de esas personas excepcionales, un viejo amigo de la adolescencia. Bueno, no es que seamos tan viejos, pero en estos últimos diez años caben las experiencias de toda una vida, a mí me ha pasado de todo, y él también se la ha pegado unas cuántas veces. Pero además bien… como yo.
Lo primero que me llamó la atención de él fue lo alegre que era, y no digo divertido, que también (muchísimo), me refiero a esa alegría que algunas personas llevan en los ojos y te miran con una sonrisa que hace que aparques tus problemas durante un rato. Eran conversaciones simpáticas, estallidos de risa y Rock ‘n Roll (mentira, era heavy metal puro, pero el rock de la vieja escuela siempre queda mejor). Un par de horas eran suficientes para notar unas ligeras agujetas en la tripa al día siguiente de reír tanto. Y qué optimista era, a mí me maravillaba, buscaba siempre el lado bueno de las personas y se preocupaba por los suyos, y a veces también por alguno que no tenía nada que ver con él. Su corazón era tan grande que no sé como le cabían en el cuerpo el resto de órganos internos. Eso fue lo que me enganchó de él.
Y como tuve la suerte de que entablásemos una amistad, pude descubrir un montón de cosas más. Descubrí que es sincero, una de esas personas que te miran a los ojos cuando te hablan, de los que no tienen miedo a decir lo que piensan a la cara, con su tacto y todo, sin herir a nadie, porque también es una persona respetuosa y tolerante, alguien que jamás te impondría sus ideas, e incluso te preguntará por qué crees en lo que crees tú solo por conocer tu punto de vista. Hoy en día, en la generación de izquierdas, derechas y dictaduras Podemos, ¿dónde se encuentra eso? ¿quién se interesa por escuchar tus opiniones y tomarlas en cuenta? Pues os aseguro que el mundo está lleno de personas así, y él es una de ellas.
Descubrí también que tiene convicción en sus valores, se aferra a ellos y los defiende a capa y espada, porque es muy épico él, por eso lleva el pelo largo.
Pierde el interés en la mayoría de cosas que prueba, pero puede estar meses como un loco empeñado en algo que se le ha ocurrido y no para hasta conseguirlo. Derrocha ganas de vivir y comerse el mundo, aunque se empache nada más empezar, pero se asegura bien de pegarle al menos un mordisco.
Y lo que de verdad le importa lo conserva como oro en paño. Cuida de su gente y le presta su ayuda cuando la necesita, aunque eso signifique terminar haciendo el ridículo por la calle, así de loco está. Así de locos estamos los cinco.
Perdimos el contacto durante años, tres o cuatro años bastante complicados en los que alguna vez nos veíamos, y era como ver a alguien que apenas conoces, te ríes y hablas de cualquier cosa… pero luego me iba a mi casa perpleja, sin saber cómo narices habíamos llegado a ese punto. Hemos llegado a estar muy lejos el uno del otro, tanto que se podría medir en años luz.
Y sin embargo ha vuelto a convertirse en un pilar imprescindible en mi vida, una de las cinco columnas que sostienen la amistad que hemos forjado este quinteto de cabras locas.
Mi querido cumpleañero, hoy hace diez años que topamos el uno con el otro por el camino, diez años larguísimos, llenos de risas, de anécdotas absurdas, de lecciones de esas duras que te da la vida, llenos de experiencias juntos y por separado, diez años en los que hemos aprendido que esta vida da muchísimas vueltas, que en una de estas te caes y unas cuantas vueltas después apareces en el mismo sitio, más calvo o más gorda, pero vuelves a tu sitio, al que perteneces.
Así que aquí estamos. Tú calvo no estás, aunque algunos kilos de felicidad sí que has cogido; y yo, apaleada por todas partes por haber sido idiota demasiadas veces. Pero contra todo pronóstico (que mira que era impensable)hemos vuelto al mismo sitio, a nuestras noches de bar en las que berreamos cantamos Scorpions desgañitándonos a pleno pulmón a las 3 de la mañana, hemos vuelto a nuestras frases hechas, de si «quiés velas» o si «quiés queso», que no, que al final eran patatas. Y hemos vuelto a compartir música de la que ambos hacemos, terminar con las manos rojas de aplaudirte cuando estás en un escenario, y oírte gritar como un loco cuando soy yo la que está ahí arriba. Y he vuelto a ver esa alegría tan de tus ojos y la sonrisa que te quita las preocupaciones de la cabeza.
Eres una de las personas más especiales de mi vida, y aunque ya tengo tu regalo de cumpleaños, también quiero regalarte este revoltijo de palabras que corretean por la pantalla de mi portátil, que te quieren contar lo mucho que te quiero y lo que agradezco a quien haya que agradecer el que tú y yo seamos amigos. Amigos de esos, de los de Leyenda.
Feliz 28 cumpleaños, mi vacarro.
Te quiero
S